lunes, 11 de mayo de 2009

¿Pueden los sesgos ser adaptativos?

Si nuestra mente es tan imperfecta y nos hace cometer errores, ¿Cómo hemos podido llegar hasta aquí sin morir en el intento? La respuesta quizá este esté en la distinción entre perfección y eficacia.

La perspectiva evolucionista parte de la premisa de que, dado que somos una especie eminentemente social, necesitamos que nuestros juicios interpersonales sean lo suficientemente validos como para habernos permitido sobrevivir y reproducirnos desde los tiempos de nuestros ancestros. Esta forma de entender la cognición social concuerda plenamente con los planteamientos contemporáneos de la psicología social, y se diferencia de la perspectiva mantenida hasta hace poco por esta disciplina, mas interesada en detectar y analizar los sesgos y errores que plagan nuestra defectuosa mente.

Los evolucionistas consideran que la existencia de esos errores y sesgos no se debe a defectos de diseño: no es de esperar que miles de años de evolución social solo produzcan un aparato psicológico propenso a una mala percepción social, a errores de juicio y a una conducta interpersonal inadaptada. Pero tampoco es necesario que nuestra mente haya sido diseñada por la evolución para perseguir ciegamente la lógica y alcanzar la verdad, sino para ayudarnos a actuar de forma que podamos asegurar nuestra supervivencia y la propagación de nuestros genes.

Además de un diseño mental defectuoso, puede haber otras causas para los sesgos cognitivos puestos en evidencia por los psicólogos sociales. En algunos casos pueden deberse a las características de los estudios experimentales, que exponen a los participantes a situaciones muy poco naturales y a tareas muy poco relevantes para ellos, además de emplear lo que se conoce como el paradigma del error, que hace muy fácil detectar los errores pero casi imposible detectar los juicios acertados.

Otra causa, ampliamente desarrollada, es el empleo de heurísticos; es decir, atajos mentales o soluciones rápidas a problemas que se nos plantean cuando tenemos limitaciones de tiempo, de capacidad de procesamiento o de información. Aunque a veces dan lugar a decisiones o juicios erróneos, lo cierto es que la mayoría de las veces funcionan. Si no fuera así, no serian adaptativos y no habrían persistido como características de la cognición humana.

Pero también a veces los sesgos son útiles porque nos impiden incurrir en errores mas graves. Es decir, la selección natural habría favorecido un sesgo hacia los errores menos costosos en cada situación. Esto es lo que propone la teoría del manejo del error, formulada por Haselton y Buss (2003): siempre que los costos de diferentes errores en un determinado ámbito hayan sido asimétricos de forma constante a lo largo de la historia evolutiva de nuestra especie, habrán evolucionado adaptaciones para formar juicios o tomar decisiones que sesguen las inferencias hacia el error menos costoso.

Por ejemplo, imaginemos que tenemos que estimar el tiempo que tardará un objeto que se aproxima a nosotros en hacer impacto. Podemos cometer dos tipos de errores: sobreestimación o subestimación. Es fácil entender cual de los dos errores seria más costoso en caso de que el objeto fuera real y, además pesado. Pues bien, este sesgo hacia la subestimación ha sido confirmado en las investigaciones sobre percepción auditiva y, además, solo se produce cuando el sonido se aproxima, no cuando se aleja (Neuhoff, 2001).

Para ilustrar su teoría Haselton y Buss recurren a dos ejemplos relacionados con la comunicación en situaciones de cortejo. El primero es el sesgo que presentan los hombres en interacciones breves con miembros del otro sexo. Este sesgo, descubierto por Abbey (1982), hace que los hombres sobrestimen el interés sexual de las mujeres en esos encuentros. Según Haselton y Buss, el subestimar ese interés podría llevar a los hombres a perder oportunidades, y ese error seria mas costoso desde el punto de vista reproductivo (al menos, lo habría sido para nuestros ancestros) que el de hacerse falsas ilusiones y perder algo de tiempo y esfuerzo en un cortejo inútil. En cambio, las mujeres no muestran este sesgo (ellas no ganan nada con exagerar el interés sexual de los hombres), sino otro complementario: infravalorar el interés mostrado por los hombres en formar relaciones duraderas. Este escepticismo supone un posible error que habría sido mucho menos costoso para nuestras antepasadas que fiarse ciegamente de cualquier promesa y arriesgarse a ser abandonadas y perder su descendencia.

Esta forma de analizar los sesgos aporta una explicación sobre su ubicuidad y su orientación sistemática en una dirección determinada, y, como ocurre en todas las propuestas planteadas desde un enfoque evolucionista, se fija más en la utilidad que en la corrección lógica. El mismo termino “error” implica una desviación de un juicio que debería ser correcto, como si lo esperable fuera que no cometiéramos ninguna equivocación. Según los psicólogos sociales evolucionistas, este planteamiento no contribuye mucho a entender por qué la mente humana funciona como lo hace. En el fondo, el ser humano ha llegado hasta aquí por ser “eficaz”, no por ser “perfecto”.

A MANERA DE EJEMPLO, AQUI SE PUEDE VISUALIZAR UNA CARICATURESCA, PERCEPCION DE SESGO EN HOMBRES Y MUJERES.




Saludos
Jose Sandoval
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